El prodigio de tu ser, en un instante que fuera
parecer real. Ecos ilusorios de la voz a manera
de lúdico vestigio, como enlaces esparcidos al azar
en un país intransitable. Sentirlo. Notar el atisbo
sangrante de la felicidad perdida y de los cataclismos
olvidados, procurando retener la adolescente alborada
de los sueños compartidos: tus días, tus noches,
la música emanando fluida a través de tus manos,
la danza prodigiosa de tus pies descalzos;
todo el cuerpo en dibujo, curvatura, arboladura
o concierto armonizado.
Identidad de vigilia. Movimiento sincrónico.
amor, mirada, cadencia, deslizamientos o pasos,
druidesa de los montes encantados.
Luego, ante el espejismo del universo,
atrapada la sonrisa -ennoblecida, cálida, vibrante,
recobrada, con el mediodía dentro de nuestros ánimos,
tranquilos, susurrantes en el amor tendidos-,
indagar en los sentimientos más íntimos, habitando
portentosamente recogidos en magna apasionada
conformidad, las alas del ensueño…
Teo Revilla Bravo
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